El que tiene onda

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Nací en una ciudad donde encontrar un doctor y una adoradora del Día de Muertos cerrando una apuesta con un rictus impromptu no es algo que sorprenda. Es por esto, quizá, que mis debilidades yacen donde los placeres convergen: la caricia al paladar, el susurro al oído, el roce de piel a piel, la escena que deleita la mirada y el aroma que asalta el olfato. Se dice bien que las buenas cosas vienen en tres y es así, en trilogías, que más las disfruto. 

Debido a la conservación de la neurosis, es mi deber anunciar mis aportaciones a…

“Aaaay, papaaá, ésta me cachondea”:

“Con todo respeto, ¡por qué no te callas!”:

“Siete de días de pánico”:

      Día 1. Felicidad.

      Día 2. ¡Ira… lo!

      Día 3. Negociando (¡está bien… pero igual está de la verga!)

      Día 4. Resignación

      Día 5. Aceptación (el payaso se va a romper la espalda)

      Día 6. Flojito y cooperando (Ya ni llorar es bueno)

      Día 7. Cruda moral (¡Puta! ¿Qué hice ayer?)

“Yo no bailo esas porque a mí no me gusta que me agarren las nalgas”:

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